En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.
martes, 10 de abril de 2012
MÁS DE LO MISMO
Numerosos han sido los ríos de tinta que han corrido analizando los resultados de las elecciones autonómicas andaluzas que se celebraron el pasado 25 de marzo. En lo que coinciden la mayoría es que los mismos resultaron sorpresivos, sobre todo teniendo en cuenta que todas las encuestas daban por ganador al Partido Popular superando o, en algunos casos rozando, la mayoría absoluta necesaria para gobernar nuestra región. Se cuenta, y me lo creo, que en muchas dependencias autonómicas, la semana anterior a las elecciones, se celebraron comidas de despedida de cargos de confianza y/o dirigentes políticos ante la inminente salida de sus despachos que el advenimiento de la tropa de Arenas conllevaría. También se cuenta, y también me lo creo, que el lunes 26 algunos de esos cargos volvían a sus despachos dando cortes de manga dirigidos a los funcionarios cargantes que esperaban asistir al desfile de cargos con sus pertenencias metidas en cajas. El ambiente eufórico previo, ante los futuros cargos que insignes dirigentes del PP también aspiraban a ocupar, contrastaba con las forzadas sonrisas que fingían en el balcón de la sede sevillana iluminadas por los ojos llorosos de muchos de los presentes en la noche del domingo electoral ante la frustración, una más, por no conseguir el asalto al inexpugnable feudo socialista andaluz. Una de las lecciones de dichas comicios es que algo hay que revisar en el papel que se otorga a las encuestas tanto por los partidos mayoritarios como por el común de medios de comunicación y opinadores políticos con algún peso en la ciudadanía. Esa lección sobre la validez de las encuestas ya la conocemos en Unión, Progreso y Democracia. El partido en el que milito nunca ha salido bien parado en los sondeos publicados; ni en el 2008, cuando Rosa Díez entró en el Congreso de los Diputados, ni en las autonómicas o municipales con entradas espectaculares, como ocurrió en Madrid, o, más recientemente, en las generales de noviembre en las que ninguna encuesta otorgaba el grupo parlamentario ni el 1.140.242 votos que ha convertido a UPyD en el cuarto partido de ámbito nacional en apenas 4 años de vida.
En estas elecciones andaluzas, UPyD ha conseguido algo más de 129.000 sufragios, faltándonos apenas unos 5.000 votos en Málaga para obtener diputado y unos 13.000 en Sevilla. Hemos consolidado nuestra posición como cuarta fuerza en Andalucía, multiplicando por cinco los votos que obtuvimos en las pasadas autonómicas, a pesar de que la participación había caído 10 puntos. No obstante, el resultado obtenido se ve empañado por la aplicación de la ley electoral ya que, con una norma proporcional pura, UPyD habría obtenido tres representantes en el Parlamento andaluz.
Sobre el resultado del resto de formaciones, quiero manifestar mi repulsa por todos aquellos comentarios vejatorios (incluso insultantes en algunos casos), provengan de donde provengan, que descalifican al pueblo andaluz, a los ciudadanos, por elegir libremente lo que votan (o lo que no votan). La realidad es que las urnas han hablado y que, de 2008 a 2012, el PSOE ha perdido medio millón de votos y nueve escaños y el PP, en el mismo periodo, ha bajado 200.000 votos y solo ha ganado tres escaños.
Hecha esta reflexión inicial sobre los resultados, cabe preguntarse sobre cuál es el escenario político que se avecina en nuestra región. PSOE e IU ya están en la mesa camilla, repartiéndose la tarta del poder andaluz. En la formación de izquierdas, Sánchez Gordillo (el alcalde pegado a un pañuelo palestino) y Valderas juegan cada uno el papel de poli malo y poli bueno de la negociación. Chocante me resultó escuchar al alcalde de Marinaleda decir en estos días que ellos cogerían cargos en aquellas Consejerías no contaminadas por la corrupción (Economía y Hacienda y Empleo). Es decir, se taparían la nariz en la Consejería de al lado por el mal olor de las del PSOE. Toda una lección de regeneración democrática.
Lo preocupante de la situación es que parece que tendremos 4 años de más de lo mismo. De enfrentamientos Junta/Gobierno central o Junta/Ayuntamientos del PP. Un PSOE más preocupado por hacer oposición a Rajoy desde el Gobierno de la región que por los verdaderos graves problemas que debemos abordar. Cuando escribo estas líneas suenan los tambores de la intervención europea a España por los malos resultados económicos que venimos lastrando desde hace mucho tiempo ya. Por ello, ahora más que nunca la propuesta que nuestra líder, Rosa Díez, hizo pidiendo claramente que el PP y el PSOE hicieran un esfuerzo de entendimiento en Andalucía dada la gravedad de la crisis económica, política y social y pusieran en marcha un gobierno de concentración tiene todo su sentido. Como decía Rosa, no es la hora de los partidos, ni de los bloques políticos, sino la hora de los ciudadanos.
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