Para
algunos de los lectores de este blog ya será conocida mi baja como
afiliado de UPyD, partido en el que he militado desde el año 2008
hasta el pasado 28 de febrero, día en que formalicé la misma. Lo he
anunciado en redes sociales copiando el lacónico mensaje que me
transmite el partido como despedida agradeciéndome “el apoyo
prestado”. No es mucho. Tampoco esperaba más. Sé que haber sido
el responsable de la implantación del partido en la ciudad de Cádiz,
su candidato a la alcaldía y a las elecciones generales en 2011,
poniendo la cara en los carteles a riesgo de que se la partieran, y
defensor, allí donde tuviera oportunidad, de las ideas del
Manifiesto Fundacional del partido de Rosa Díez, no da para mucho,
supongo que pensarán en el partido que dejo. En este blog que empecé
en el año 2009 pueden hacer un recorrido a hitos de mi paso por el
partido magenta. Me quedo con las muestras de afecto de muchos
compañeros (y algunos hasta amigos) que quedan en el partido.
Y
también me llevo algunas insidias y descalificaciones de sicarios
del aparato del partido que se han apresurado a ladrar contra mi y
contra mis abyectas maquinaciones y/o maniobras para medrar en otras
formaciones políticas. Que pena de ellos. Recibirán el mismo
agradecimiento por “el apoyo prestado” cuando se liquide por
inanición el proyecto en el que, la mayoría de los más virulentos
contra mi, ya están apesebrando o con expectativas de conseguir
alguna mamandurria en próximas citas electorales.
No
le debo ninguna explicación a nadie. Mucha gente me pregunta porqué
me he ido del partido y me veo obligado a hacerlo. Más que nada por
honestidad conmigo mismo y por aquellas personas y ciudadanos que si
se han acercado al partido y a sus ideas ha sido a través mía.
Cuando
entré en UPyD me atrajo, en aquel momento, el aire fresco que
desprendía un partido nuevo , con una líder que había demostrado
valentía y ganas de encabezar un proyecto auspiciado por un buen
número de intelectuales en un proyecto que pretendía regenerar la
vida política española tan degradada por los partidos
tradicionales.
Hoy,
tras la decisión tomada, siento nostalgia y pesar. Queda atrás
mucho tiempo, esfuerzo, dinero, dedicado. Pero me voy. Por todo y por
nada.
Podía
haberme ido cuando el grupo de personas que colaboraba conmigo en
Cádiz se dedicó a montar una operación para, dando codazos y a
traición, descabezarme apoyado por un clan familiar de afiliados, a
mis espaldas y mientras yo me esforzaba por hacer visible a UPyD en
la ciudad, contactando con ciudadanos, con colectivos, haciéndome un
lugar en los medios locales, etc. Ese clan familiar compuesto por los
4 o 5 miembros del actual Comité junto a 12 familiares que fueron
afiliando poco a poco tiene controlada la Asamblea local en la que no
vota más de una treintena de militantes y así pueden repartirse las
elecciones primarias en la que una apoya a otro para candidato a las
locales a cambio del apoyo del otro para las autonómicas, generales,
etc. Todo muy democrático y regenerador. Mientras, los afiliados van
saliendo desencantados porque no soportan la escasa participación
que pueden tener y ante la mediocridad que queda en la agrupación
local. Pero no me fui. Seguía creyendo en el proyecto a pesar de
sentirme defraudado por este grupo.
Podía
haberme ido cuando el Coordinador regional en Andalucía del partido,
que promovimos para poder auspiciar una regeneración del partido en
Andalucía, allá por el año 2011, traicionó los postulados de los
que le apoyamos, plegado a las directrices de la dirección nacional
que le imponía una organización del partido en la región que
mantenía precisamente lo que quisimos cambiar. Pero no me fui. Creí
que lo que representaba el partido estaba por encima de estas
actitudes.
Podía
haberme ido cuando, el año pasado, nuestro eurodiputado Sosa Wagner
defendió, tras las elecciones europeas, el necesario acercamiento a
un partido que propugna nuestros mismos postulados, Ciudadanos, que
además forma parte de la misma agrupación europea en que estamos
integrados, ALDE. Sosa Wagner fue lapidado y maltratado viéndose
forzado a irse del partido dejando su escaño. Tampoco me fui.
Pensaba que que la lucha por conseguir ese espacio común con
Ciudadanos aún estaba abierta y, desde dentro, había que trabajar
por ello.
Podía
haberme ido cuando, siguiendo la estela iniciada por el partido,
convirtiéndonos en la marca blanca de Manos Limpias, nos querellamos
y vamos a los tribunales contra todo lo que se menea y por ello el
Coordinador Regional presentó una denuncia en la Fiscalía
provincial de Cádiz sobre el posible uso irregular de tarjetas en la
Universidad de Cádiz con el único fin de salir en los medios
nacionales. Ya dije en su momento que regenerar la vida política de
un país no puede ir al albur de unos titulares, por mucho ruido que
produzcan y mucha notoriedad que pueda dar a quien se ponga detrás
buscando rédito político, sin analizar ni contrastar informaciones.
Tampoco me fui porque esperaba algún cambio de actitud en el partido
que no llegó.
Asisto
con tristeza, en los últimos tiempos, al linchamiento interno de
todo aquél que se mueve por cambiar las cosas en el partido. Alguien
del mismo a quien aprecio profundamente me dijo no hace mucho que en
Madrid opinaban que yo no era de fiar. Que no era bueno tener gente
crítica. Que lo necesario, supongo, para este partido es gente
mediocre, sin capacidad de discernir más allá del interés a corto
plazo y que sea un palmero de las genialidades que emanan desde los
tres o cuatro cerebros pensantes que dirigen el partido a la deriva.
No
es nada de lo anterior lo que me ha decidido a dar el paso. Y lo es
todo. Pero es, especialmente, que me veo incapaz de defender al
partido ante la ciudadanía. De pedir el voto para un partido que, si
actúa así con los afiliados, ¿cómo lo hará con los ciudadanos si
algún día toca poder? Por todo y por nada, ya no soy de UPyD.