En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.

En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno.
En política, lo importante no es tener razón, sino que se la den a uno. (Konrad Adenauer)

viernes, 8 de febrero de 2013

¿Cambio de protagonistas o cambio de guion?

D. Alfredo Pérez Rubalcaba exigía el pasado domingo la inmediata dimisión del presidente del Gobierno, D. Mariano Rajoy, como consecuencia de los datos que están aflorando del denominado “caso Bárcenas”. Decía que el Presidente es responsable de la crisis de moral pública que vive España y que era "un lastre para este país". Rubalcaba lleva casi 30 años desempeñando cargos ligados al poder; Secretario de Estado de Educación, Ministro del ramo, Ministro de la Presidencia y Portavoz del Gobierno con Felipe González, Portavoz del PSOE y Ministro del Interior y Vicepresidente con Zapatero. En la actualidad es el máximo dirigente del primer partido de la oposición en España, el PSOE. Rajoy no le anda muy por detrás en su currículum político. Ha sido Vicepresidente de la Junta de Galicia, Ministro de Educación, Administración Pública, Interior y Vicepresidente con Aznar que lo nominó a candidato a la Presidencia del Gobierno que ahora ostento. Se preguntará el lector porqué tiro de Wikipedia para recordar los cargos ostentados por los dos. Pues por una sencilla razón; uno y otro han sido protagonistas de la vida política española en cargos de altísima responsabilidad gubernamental y en los dos partidos mayoritarios desde que nuestra Democracia empezó a echar los dientes hasta nuestros días. Ha sido el periodo del imperio del bipartidismo imperfecto español. Estoy de acuerdo con D. Alfredo (y creo que la mayoría de los españoles según las encuestas) en que vivimos una emergencia nacional. La extensión de los casos y sospechas de corrupción en las principales instituciones del Estado y en los partidos políticos de gobierno y oposición, han convertido la profunda crisis política y económica en una crisis de confianza en el sistema democrático. Pero la solución a esta película de terror, tragicómica a veces, por la que pasa la sociedad española no es la mera sustitución de unos actores por otros que sustituirán a los mismos en un bucle permanente en el que la frase más repetida es la del manido “y tú mas”. UPyD, el partido que represento, ha optado por reescribir el guion. Lo fácil es pedir cortes de cabeza, y de hecho las encuestas empiezan a alumbrar que somos alternativa al PP-PSOE. UPyD ha presentado este martes un manifiesto en el que detalla las reformas de Regeneración Democrática que España necesitaría poner en marcha antes de disolver las Cortes y convocar elecciones, lo que calculamos que debería producirse en un año o año y medio si hay voluntad política. Urge devolver la política a los ciudadanos, sus legítimos dueños, y restaurar la confianza en el buen funcionamiento del Estado. Porque la regeneración democrática no es sino que las instituciones políticas funcionen y cumplan su obligación constitucional. Para conseguirlo encontramos imprescindible: 1 - Aprobar de modo inmediato Leyes eficaces contra la corrupción para acabar con la impunidad de los responsables, y en concreto para: a) la inelegibilidad de las personas acusadas por delitos de corrupción política. b) el delito de financiación ilegal de los partidos políticos. c) el delito de enriquecimiento ilícito de los cargos públicos. d) el delito de omisión o falsedad de la contabilidad y patrimonio social de los partidos políticos y de los cargos públicos. e) reforzar la exigencia de responsabilidad por mala gestión a los cargos públicos al frente de sociedades o entes públicos. f) limitar la discrecionalidad de los indultos otorgados por el Gobierno, excluyendo a los condenados por delitos de corrupción. 2 - Reforzar la independencia y autoridad sancionadora de los organismos reguladores y de control público de la actividad económica privada y pública, como el Tribunal de Cuentas, la Agencia Tributaria o el Banco de España, acabando con su dependencia de los partidos políticos y del Gobierno. 3 - Aprobar una Ley de Transparencia exigente que incluya a la Casa Real, a los partidos políticos y sindicatos, y a cualquier institución que reciba ayudas públicas, obligando a dar información detallada y actual de su contabilidad y actividades, sin ampararse en el silencio administrativo o la justificación de la petición de información, y que regule la actividad de grupos de influencia o lobbys. 4 - Implantar una auténtica justicia independiente, acabando con el reparto del CGPJ entre las asociaciones de magistrados dependientes de PP y PSOE u otros partidos, y dotando a la administración de justicia de medios humanos y materiales suficientes. 5 - Aprobar una Ley Electoral justa y proporcional que favorezca la representación del pluralismo político existente, permitiendo la participación política real de todos los ciudadanos. 6 - Reformar la Constitución para que recoja las propuestas ciudadanas y resuelva el modelo territorial del Estado con el reparto de competencias y su financiación, mejore la separación de poderes, y asegure el derecho a la participación política, la igualdad jurídica y de oportunidades y las libertades personales. Consideramos que todas estas medidas son imprescindibles para regenerar la democracia y restaurar la confianza ciudadana. Son necesarias para racionalizar las administraciones públicas y suprimir el despilfarro en duplicidades y entes superfluos que se reparten los viejos partidos, o conseguir la regulación legal y transparente de las retribuciones a cargos públicos. También para restaurar la igualdad de los ciudadanos, acabando con los privilegios y con la discriminación por razones territoriales y lingüísticas, o para eliminar las trabas a la movilidad laboral, la apertura de empresas y el mercado único que lastran nuestra economía. Insistir en fórmulas inmovilistas o ya fracasadas para preservar la vieja política viciada que nos ha llevado a esta crisis no hará otra cosa que alejar a los ciudadanos de la política y aumentar la frustración, la indignación y la desesperanza, poniendo en peligro al propio sistema democrático.